Cómo prevenir el discurso de odio y la intolerancia desde las aulas

Charlamos con la Fundación Jóvenes y Desarrollo, que participa en el proyecto Somos Más -iniciativa de Google- para que la juventud favorezca la tolerancia, la cultura de paz y los derechos humanos
5/11/2018

La Fundación Jóvenes y Desarrollo (JYD​) es una de las entidades que participan, junto a Aula Intercultural (FeSP UGT), en el proyecto Somos Más para prevenir el discurso de odio, intolerancia y radicalización en las redes sociales.

Se trata de una iniciativa propuesta y financiada por Google con el apoyo de varios ministerios (Justicia, Interior, Educación, Cultura y Deporte, Empleo y Seguridad Social, Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad) y la red Aware (Alliance of Women Against Radicalization and Extremism) para favorecer la tolerancia y así frenar el discurso del odio y la radicalización entre adolescentes. ¿Dónde se interviene? En los centros educativos. La campaña está dirigida principalmente a jóvenes de entre 14 y 20 años de todo el país. 

En el marco de nuestro programa Doy la cara contra la discriminación, charlamos con Paloma Montero, responsable de Educación para el Desarrollo de la Fundación Jóvenes y Desarrollo, para conocer los objetivos y metodología de este innovador programa que ya celebra su segunda edición. 

Licenciada en Ciencias Físicas, Montero ha diseñado y coordinado programas con menores en riesgo de exclusión, así como el proyecto “Solidaridad con Ritmo y Color”, galardonado con varios premios a nivel nacional. En este caso, gracias a Google, que participa a través de la iniciativa global YouTube Creators for Change,  "el objetivo es que los jóvenes tomen la iniciativa y utilicen las redes sociales para, desde su espacio de comunicación social cotidiano, favorecer la tolerancia, la cultura de paz y el compromiso con el fomento de los derechos humanos y la democracia". 

"Desde JYD entendemos que la comunicación es una herramienta de desarrollo que fomenta la construcción de la ciudadanía desde su derecho a comunicar, a estar informada y a participar de forma activa", añade Montero. Internet y las redes sociales se configuran así como un instrumento de conocimiento y de reflexión crítica. El objetivo es claro: trabajar en los centros educativos para que los jóvenes reflexionen y se conviertan en agentes de cambio; crear una conciencia crítica y comprometida.

En concreto, se trata de:

  • Educar en la resolución positiva de conflictos.
  • Enseñar a interpretar de forma crítica las imágenes, discursos, prácticas y justificaciones del discurso de odio y la radicalización.
  • Contribuir, a través de la educación, a impedir la propagación de las ideologías radicales violentas y contrarias a los valores democráticos, con especial incidencia en las redes sociales. 
  • Fomentar el aprendizaje de las relaciones desde el respeto en el espacio presencial y virtual.

Paloma Montero nos detalla la metodología del programa, que se desarrolla en un mínimo de tres sesiones en el aula. La Fundación Jóvenes y Desarrollo se encarga de formar al profesorado de sus escuelas para que, una vez formado y empoderado, sea quien ejecute el programa. Esta formación tiene una duración de entre dos y ocho horas.

El profesorado puede elegir después entre un juego de cartas con diferentes roles para desarrollar en el aula en tres sesiones o un itinerario formativo basado en estrategias de trabajo cooperativo y grupal. En ambos casos, el alumnado reflexiona sobre los discursos de odio presentes en las redes sociales y, como proyecto final, debe crear un vídeo que promueva el fin de este tipo de mensajes y que refleje lo aprendido durante el proyecto empleando estrategias creativas. Todos los vídeos participan en un concurso nacional. Ya se han presentado más de 420 y ha habido 74.000 interacciones en redes sociales en la campaña #yomesumo.

¿En qué consiste el juego de cartas con roles? En una estrategia de aprendizaje que desarrolla habilidades como la empatía, la autoexpresión emocional y la toma de decisiones. Los jóvenes deben resolver dilemas y adoptar respuestas, simulando una red social. 

 

"Se centra en una galaxia imaginaria, llamada Andrómeda, donde viven distintos personajes de distintos planetas en los que ha crecido un agujero negro que es el discurso de odio. El objetivo es detenerlo y reducirlo. Solo se consigue retomando el código ético de esa galaxia y la única forma de aprender la herramienta es jugando", añade Montero. Al final -subraya- debe quedar una reflexión y se debe interiorizar el mensaje. Pueden participar con comentarios, likes, no me gusta, con denuncias… El funcionamiento es muy parecido al de una red social real. 

El contenido puede ser reforzado con 10 unidades didácticas de apoyo que incorporan metodologías como el aprendizaje cooperativo. Se centran en el estudio de los derechos humanos, Internet y participación, diversidad, justicia y competencias sociales, construcción de nuevas formas de convivencia, respeto a las instituciones democráticas, identidades seguras contra el radicalismo en redes o comunicación responsable en Internet. En la unidad Construcción del discurso de odio y radicalización se señala:

Tras los numerosos ataques terroristas en muchos de los países de todo el mundo, y también en Europa, y ante el aumento de la incitación al odio, los crímenes de odio, la propaganda y la xenofobia violenta, Naciones Unidas y los países de la UE ven una “necesidad urgente” de que todos los sectores se impliquen para hacer frente a estos fenómenos, incluido el juvenil.

No basta con combatir el radicalismo violento: debemos prevenirlo, y para ello se necesita lo que se conoce como “poder de persuasión”, en sus diversas formas, a fin de prevenir una amenaza que se alimenta de interpretaciones distorsionadas de la cultura, de odio y de ignorancia.

 

El proyecto cuenta con el apoyo de influencers referentes entre la juventud, como Andrea Compton, Rayden y Yellow Melow, que apoyan la iniciativa como recogimos el pasado enero

 

Para hacernos una idea de la magnitud del proyecto, ya han participado 235 centros educativos, 28.174 jóvenes y 680 docentes (también educadores/as en asociaciones de tiempo libre) en 14 comunidades autónomas. Paloma Montero defiende que esta formación "sea acreditada para el profesorado, para que se le dé la importancia que realmente tiene y puedan justificar las formaciones recibidas que las y los docentes necesitan acreditar cada año".

"Los jóvenes están encantados y las entidades participantes también. Se trabaja por fomentar la tolerancia. En el proyecto Somos Más estamos representadas instituciones muy diferentes y el clima de trabajo es espectacular. Creo que estamos dando un ejemplo para la sociedad", destaca.

 

"Cuesta mucho más detectar actitudes machistas"

A juicio de Montero, se suele hablar de las redes sociales con miedo y desconfianza cuando debería abordarse de manera natural, ya que forman parte de nuestro día a día. "Ahí está la juventud y, por lo tanto, es muy importante trabajar en los espacios donde están los jóvenes, donde se relacionan, donde se enamoran, donde juegan, donde estudian también a través de tutoriales…".

"Hay que educar donde no se está educando", añade. Y no solo a los menores. "También debemos mostrar a las personas adultas de qué manera deben cuidar su identidad digital”.

Antes de dirigir el departamento de Educación para el Desarrollo en la fundación, Paloma trabajó como profesora de Matemáticas, Tecnología e Informática en Secundaria. En su opinión, “se perciben y se detectan muy bien las situaciones racistas u homófobas, porque son muy evidentes, pero al alumnado le cuesta mucho más detectar el machismo". Por ejemplo, creen que es normal preocuparse y saber si su pareja está chateando por la noche, con quién habla... Creen que eso es amor. "Desmontar todas estas creencias cuesta mucho", afirma.

Cada vez hay más ejemplos de buenas prácticas en las aulas, como el IES San Isidro de Madrid, nos recuerda Montero. Cuenta con un programa de género transversal, promovido por el propio profesorado, para evitar el acoso escolar de todo tipo entre sus más de 1.300 escolares. 

El centro en el que ella trabajó durante 16 años, el colegio Ntra Sra de Fátima de Madrid, también ha ganado varios premios.  Allí desarrolló, desde 2008, proyectos de educación para el desarrollo. Uno de ellos fue reconocido y, como premio, la invitaron -junto a su grupo de escolares de 16 años- a la República Dominicana para visitar un proyecto de cooperación. Eso cambió su mirada, se enganchó a la cooperación y en 2009 se presentaron al Premio Nacional de Educación para el Desarrollo "Vicente Ferrer". También lo ganaron.

Montero se incorporó poco después al Programa Docentes para el Desarrollo, un proyecto promovido por la AECID para promover la creación de redes de solidaridad constituidas por profesorado formado y sensibilizado en materia de Educación para el  desarrollo. "Nace como la necesidad de trabajar desde la escuela en educación formal y vinculada al currículum", añade.

 

Proyecto de género 'Quién tendría la manzana de Eva' 

Aulas en Acción nació cuando ella era profesora y lo organizó la Fundación Jóvenes y Desarrollo en un convenio financiado por AECID. El objetivo era vincular la innovación pedagógica con la educación para la transformación social. "Se diseñó un plan integral para introducir la Educación para el desarrollo desde las competencias básicas, que están muy olvidadas pero son obligatorias, con el uso de metodologías activas", aclara. A Paloma le entusiasmó la idea y diseñó varios programas, como el proyecto para el desarrollo sobre género Qué tendría la manzana de Eva.

Junto a una compañera empezó con pequeñas experiencias piloto vinculadas al currículum, cada una en sus asignaturas de 4º de la ESO, pero vieron que era muy potente y que existía una gran necesidad. ¿Qué hicieron? Un diagnóstico sobre la igualdad de género en la escuela “muy casero”. El primero, con los escolares que lo iban a poner en marcha, y más tarde en la escuela, con profesorado, alumnado y familias. Incluso lo extendieron al barrio, Usera.

De primeras, el propio alumnado no fue muy receptivo a la idea porque no detectaban esta diferencia de género, pero cuando fueron empezando las entrevistas y su estudio fue cambiando bastante su mentalidad. Fue el propio alumnado quien diseñó y realizó un estudio estadístico del centro y del barrio. Y empezó el debate: hablaron de política, educación, sanidad, ocio… "En todas las áreas comprobaron que había una desigualdad manifiesta y que, por ejemplo, para llegar a un mismo puesto de dirección las mujeres necesitaban mucho más CV, que no disponían de tanto tiempo libre porque se encargaban de los cuidados… A partir de ahí dijimos: por qué no seguimos", señala la docente.

El proyecto creció y al siguiente año llevaron a cabo un diagnóstico en España y, al siguiente, compararon la situación en cinco países (Bolivia, Inglaterra, España, Guinea Ecuatorial e India). Volvieron a presentarse al premio Vicente Ferrer y volvieron a ganarlo.

Entonces tenían un proyecto ABP programado desde las competencias básicas que convirtieron en un proyecto interdisciplinar desde numerosas materias (inglés, sociales, ética, tutoría ..) y la AECID les propuso publicarlo. Durante un año estuvieron diseñando cómo se podría poner en marcha el proyecto en cualquier centro. “Nos costó muchísimo, ninguna persona era experta en género pero aprendimos un montón y se generó bastante impacto en el centro”, reconoce Montero. Ahora se utiliza como ejemplo de buenas prácticas.

Ella impartía Matemáticas, Tecnología e Informática y, en su caso, realizaron una investigación real sobre cómo las políticas de igualdad de un país mejoran el índice de desarrollo humano. El tema lo decidió el propio alumnado tras mucho debate y reflexión. Este es uno de los objetivos de JYD, intervenir desde la educación. Su lema: Cambiar la escuela para construir un mundo mejor

 

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