Uno de los últimos informes de la ONU sobre cuestiones de género arrojaba este dato: todos los años desaparecen un mínimo de dos millones de niñas en el mundo por discriminación sexual. Por su parte, el Fondo de Población de Naciones Unidas calcula que al año, en todo el mundo, se producen unos 5.000 asesinatos de honor, la mayoría en países musulmanes.
No sucede en Occidente, claro, donde la discriminación es de otro calado (salarial, en forma de abuso laboral, etc), aunque también en este continente hay motivos para el desánimo: en España, unas 35.000 mujeres se dedican a la prostitución y el 90% de ellas lo hace bajo abusosy amenazas, fruto de las mafias que operan en este país.
Pero lo que aquí es casi una anécdota -dejando al margen la lacra de la violencia de género, que en menos de una semana se ha cobrado cuatro víctimas-, en el tercer y cuarto mundo, se convierte en categoría. La esclavitud sexual es cotidiana y mujeres y ñiñas malviven en situaciones adversas, cuando no letales, fruto según los estudios de dos factores clave: la ignorancia de los países donde habitan y, sobre todo, la pasividad de Occidente.
Por eso, desde 1999, se celebra el Día internacional en contra de la explotación y tráfico de mujeres y niños, que se conmemora hoy, para "concienciar a los Gobiernos y a la sociedad civil sobre las causas y consecuencias de este crimen endémico", acuñado ya como feminicidio, "que afecta a todo el mundo, y llevar a cabo acciones que permitan frenarlo". La pobreza, el hambre, el analfabetismo, el desempleo, la falta de una distribución equitativa de recursos, bienes y servicios y las políticas de migración restrictiva, son, según un informe elaborado por Eurosur, las causas que hay que abatir en este asunto. Y un ejemplo de cómo la educación puede cambiar las cosas: el Banco Mundial ha calculado que por cada mil niñas que reciben un año más de formación escolar, dos mujeres menos mueren dando a luz.
Jóvenes explotadas y a la venta en Filipinas
Se hizo pasar por un proxeneta español buscando en Filipinas chicas para su negocio. Y no le fue difícil dar con ellas. El cooperante y periodista Jaume Sanllorente, responsable de la ONG Sonrisas de Bombay, quiso investigar la explotación sexual femenina en el país asiático y se topó de bruces con una realidad demasiado extendida.