Seis de cada diez jóvenes renunciarían a un 10% del sueldo para ser funcionarios

Los intentos del empresariado por extender una opinión favorable a la flexibilidad laboral no logran calar entre los jóvenes. Por el contrario, a pesar de las actuales circunstancias, los menores de 30 años tienen muy claro que, si les dejan elegir, quieren ser funcionarios, con un horario fijo y no quieren cambiar su domicilio para encontrar un empleo. Así al menos lo aseguran los encuestados por el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie) y la Fundación Bancaja que estarían incluso dispuestos a renunciar a una parte significativa de su salario mensual a cambio de lograr esta estabilidad.

En concreto, preguntados sobre su preferencia entre ser funcionarios o tener un empleo indefinido y qué cantidad de un supuesto sueldo mensual de 1.200 euros estarían dispuestos a sacrificar para conseguirlo, seis de cada diez jóvenes se decantaron por el empleo público y aseguraron que aceptarían cobrar hasta 123 euros menos para ello. Todo un indicativo de hasta qué punto se valora en estos momentos la seguridad en el empleo. Igualmente, si la elección fuera entre un trabajo temporal y otro fijo, los consultados sacrificarían de media 99 euros mensuales a cambio de la tranquilidad de un contrato indefinido.

Los jóvenes consultados también muestran claramente que valoran mucho la calidad de vida que ofrece un horario fijo. Hasta un 67,4% lo prefiere aunque esto supusiera reducir en 95 euros sus ingresos mensuales. En la misma línea, los nuevos trabajadores siguen teniendo muchas reticencias a mudarse para conseguir un empleo -aunque cada vez un mayor número de ellos lo haga ante la falta de alternativas- y estarían dispuestos a sacrificar, de media, 106 euros a cambio de un empleo en su actual localidad de residencia.

Precariedad
Claro que una cosa son los deseos y otra muy distinta la realidad, como muestra el mismo informe del Ivie y Bancaja. Así, de los menores de 30 años que tienen la suerte de tener un empleo, sólo el 33% ocupan una plaza indefinida o son funcionarios. La mayoría, el 54% tienen un contrato temporal y otro 12% son autónomos o trabajan sin contrato. Además, uno de cada tres tiene que conformarse con horarios irregulares y un 25% desempeña tareas que se encuentran por debajo de su cualificación, según la encuesta.

Sobre las consecuencias de esta situación, los analistas concluyen que los trabajadores precarios presentan menos iniciativa e implicación en sus empleos y también tienen menos capacidad de innovación.

En la comparativa con las ediciones anteriores de este mismo estudio, se observa que entre los años centrales del "boom" económico -la primera encuesta se realizó en 2005- y el inicio de la crisis, en 2008, los jóvenes rebajaron notablemente sus exigencias laborales, mostrando, por ejemplo, una mayor disposición a aceptar empleos precarios o con horario más flexible. Sin embargo, desde esta última fecha hasta la actualidad las preferencias de los jóvenes apenas se han modificado y en algunos casos -por ejemplo, en la preferencias de un empleo a tiempo completo- incluso se han endurecido.

La discriminación por sexos se mantiene
A pesar de lo mucho que ha avanzado la sociedad, entre los trabajadores más jóvenes se siguen repitiendo los mismos patrones que suponen una discriminación para el género femenino. Así, la tasa de temporalidad entre las mujeres menores de 30 años es nueve puntos superior a la masculina -de un 59% frente al 50%- y la tasa de trabajadoras a tiempo parcial es once puntos más elevada. También son ellas las que cargan con el mayor porcentaje de trabajos con un horario irregular (36% frente al 31%) e incluso las que más sufren el fenómeno de la sobrecualificación. Si la comparación se realiza según el nivel de estudios, el informe revela que aún sale a cuenta ir a la universidad. Licenciados y diplomados son los que acumulan una mayor tasa de empleos estables y con buenos horarios.