Comenta Susana Ginesta que lo más complicado fue idear de qué manera acercarse a la cuestión de la brujería. Resulta un tema tan amplio y está presente en tantos frentes -historia, mitología, imaginario colectivo, cultura popular- que es difícil escoger de qué hilo tirar. Al fin, Ginesta -asesora y experta en cuestiones de género-, decidió afrontarlo desde la diferencia. Así, Historia e historias de brujas, el taller que imparte durante esta semana en Libros de Alejandría, trata el concepto de "bruja" desde la exclusión.
"Desde muy antiguo, en distintos ámbitos, se ha ido transmitiendo la idea de que el sexo femenino era inferior -comenta Ginesta-. Y la diferencia se ha entendido siempre como algo a temer".
Lo femenino ha sido denostado desde todo tipo de plataformas, tanto en la alta como en la baja cultura, en los paradigmas religiosos y en la simbología presente en historias y leyendas. Los rasgos que pudieran subrayar la independencia de la mujer -como la curiosidad, el afán por saber, la afirmación sexual- han sido vistos, invariablemente, como perjudiciales o pecaminosos, dignos de castigo.
"El machismo -continúa Susana Ginesta- va mutando como un virus, cambia para adaptarse a los tiempos y tener, de una forma u otra, sojuzgada a la mujer".
En el mito, la mujer es a menudo causa de perdición o peligro. Su única redención viene de la mano de salvadores masculinos: "Ahí tenemos a seductoras legendarias, como la maga Circe o la misma María Magdalena -comenta Ginesta-, que parecen 'reformarse' cuando conocen al hombre que las hace entrar en razón".
"En general, todo lo que se alejara del modelo mariano era mal visto -continúa la experta-. Y ya que si no eres virgen y madre no eres modélica, y esto es algo imposible, eres imperfecta desde el principio".
Las posibles amenazas contra el orden establecido por el sistema patriarcal y religioso terminaron eclosionando en la caza de brujas: un "holocausto" que causó la muerte de al menos 50.000 mujeres -cifra que, teniendo en cuenta la demografía del momento, es aterradora-: "Las acusaciones contra las brujas tenían un fundamento real -explica-. Por ejemplo, se las acusaba de matar niños, y es que muchas de ellas conocían hierbas abortivas y eran parteras en una época de alta tasa de mortalidad infantil".
La connotación de "bruja" ha terminado incluyendo un amplio abanico de caracteres: bruja podía ser desde la vieja loca del pueblo hasta una ferviente católica como Juana de Arco; Hipatia de Alejandría recibió el trato de una bruja, y bruja era la hechicera Circe. También hay casos como el Hildegarda, que sin la protección del convento habría terminado en la pira: tenía visiones, afirmaba escuchar músicas, era herborista y científica.
"Podemos decir que bruja ha sido toda mujer transgresora", subraya Susana Ginesta. ¿Era Madame Curie una bruja? Según los cánones de determinada época, podría haberlo sido. ¿Era bruja Leonor de Aquitania? Más de uno lo sugirió.
Pero, como no interesaban, los modelos transgresores debían ser demonizados, destruidos o invisibilizados: "No es normal que hayamos comenzado a saber de Hipatia, por ejemplo, a través de la película; o que recordemos a la perra Laika y no a Valentina Vladímirovna, la primera mujer astronauta", indica al respecto Susana Ginesta.
"En los últimos tiempos, incluso parece que ser bruja está bien. Pero lo que está de moda es el look gótico, no la transgresión que implica -reflexiona Ginesta-. ¿Quiénes serían las brujas contemporáneas? Pues las primeras sufragistas, por ejemplo, que eran despreciadas, vistas y tratadas como mujeres chifladas, igual que antes las brujas. O las actuales feministas".
Y ya que somos nosotros mismos, en condición de transmisores, quienes perpetuamos arquetipos, el taller terminará con una propuesta para aprender a "contar cuentos e historias tradicionales desde otra perspectiva".