Las mujeres víctimas de la violencia de género cuentan con la ayuda de doce ángeles uniformados en la capital, los agentes del Servicio de Atención a la Familia (SAF) de la Policía Nacional de Huelva, que les ofrecen cada día laborable, entre las 8:00 y las 22:00, atención especializada inmediata. El inspector jefe de grupo, Emilio Fernández, explica que "aquí no se les hace esperar: en cuanto llegan a la entrada de la comisaría, los compañeros nos avisan y las pasamos a nuestras dependencias". Entonces les preguntan qué ha pasado con la máxima sensibilidad y "tratando de empatizar con ellas" y se activan todos los protocolos necesarios para prestarles la máxima protección.
Les ofrecen un abogado especialista del turno de oficio, cuentan con el apoyo de la Policía Científica si es preciso fotografiar las lesiones visibles que presenten las víctimas, les ofrecen, si es necesario, una casa de acogida, y les realizan la valoración de riesgo (en caso de ser alto o extremo, se la protege en la salida de la comisaría y en su domicilio). Todo el procedimiento conlleva la elaboración de un atestado "muy complejo, que hay que hacer rápido y que contiene mucha información", precisa el inspector Fernández.
El SAF y el Juzgado de Violencia contra la Mujer de Huelva -incluido el equipo técnico judicial que valora su situación, conformado por técnicos del SAVA, la Fiscalía y el Instituto de Medicina Legal- actúan con tal diligencia que en menos de 24 horas la mujer maltratada puede tener ya una sentencia condenatoria contra su agresor.
En paralelo, la labor policial continúa con la localización del agresor, al que le retiran las armas si las hubiere, se le detiene o se le cita ante el juez. Al inspector Fernández le llama la atención que en numerosas ocasiones, "cuando vamos a detener a alguien, se sorprende porque cree que tiene derecho a pegar a su pareja".
Estas situaciones se dan especialmente entre los más mayores, pero el SAF tiene claro que este problema de educación básico sigue existiendo entre los más jóvenes. Por ello su participación en el Plan Director es fundamental. Los agentes se trasladan hasta colegios e institutos para concienciar a los menores y enseñarles a detectar situaciones de violencia machista. "Muchas chicas nos cuentan que sus novios no las dejan ponerse una falda; también les explicamos que no es normal que les manden 20 mensajes para preguntarles dónde están o qué están haciendo". Son maniobras de control que desembocan en ese todavía instaurado concepto de la propiedad y que, si no se cortan de raíz, acabarán en tragedia.
La concienciación social debe comenzar por el entorno de la víctima. Emilio Fernández y su equipo lo tienen claro. "La violencia de género no nace y crece rápidamente, se toma su tiempo; si se parara en el inicio, si la gente se involucrara más, se podrían evitar los malos desenlaces". Y claro, los primeros en detectar los síntomas son los familiares, los amigos, los compañeros de trabajo de la mujer sometida a la tiranía de su pareja sentimental. "Pero nos encontramos con hijos llorando porque hemos detenido a su padre, en vez de por lo que le ha hecho a su madre". Incluso la víctima retira la denuncia en muchas ocasiones "por presiones de su entorno".
Otro "problema grave" está en la dependencia. Sentimental, fundamentalmente ("muchas están enamoradas de esos hombres y quieren estar con ellos a toda costa"), pero también económica. "El que es maltratador lo es con crisis o sin crisis, pero la mujer sí aguanta más ahora porque piensa que no tendrá adónde ir", apostilla el inspector.
No obstante, el SAF también ha rubricado grandes éxitos. "Hay mujeres que han estado a punto de perder la vida a manos de su pareja y han conseguido construirse un futuro después: ése es nuestro principal objetivo".