Héroes y casi anónimos

PUBLICO.ES-16/04/2009

El efecto Neira saca a la luz más casos de defensores de mujeres maltratadas

Se llaman Antonio, Carlos y Rafael. Y aunque sus nombres y sus rostros no son tan conocidos como los de Jesús Neira, tienen algo en común con el profesor: también ellos salieron en defensa de mujeres agredidas por sus parejas. Una actitud poco común en una sociedad como la española donde, según las encuestas del CIS, sólo el 2% de la población considera la violencia de género un problema grave. Sin embargo, las videocámaras de aficionados o, simplemente, el propio efecto Neira alentado por unos medios de comunicación ansiosos de héroes anónimos sacó sus historias a la luz por una horas.

Es el caso de Antonio Javier, jefe de tienda de un supermercado en Alcantarilla (Murcia); quien el pasado 25 de noviembre se jugó la vida para salvar a una compañera de trabajo, informa Jesús Pons. Aquel día, Sergio G.T, de 42 años, irrumpió armado con un cuchillo en el establecimiento con la intención de convertir a su ex novia en una nueva víctima de la violencia de género. Antonio Javier no dudó ni un segundo en arrojar botes de conserva y todo tipo de artículos de las estanterías contra el agresor, que finalmente fue detenido por agentes de la Policía Local. La experiencia, además de algunas heridas, le costó a este Antonio Javier una crisis de ansiedad.

A pesar del intento de las autoridades de reconocer en un acto público su heroica intervención y la insistencia de los medios de comunicación por contar con su testimonio, Antonio Javier se refugió en el silencio. Nada de entrevistas. Nada de medallas. Se limitó a decir que lo volvería a hacer "una y mil veces".

En primera persona

Carlos Gastany: "Se cegó y vino hacia mí"
Por instinto. Así actuó Carlos Castany cuando escuchó pedir auxilio a Ana Belén López, que estaba siendo abofeteada por su pareja. Se acercó al agresor y le exigió que dejara de golpearla. Entonces aquel “se cegó y vino hacia mí”. Las imágenes de un videoaficionado muestran a Carlos en el suelo, empotrado entre dos coches e intentado repeler una lluvia de patadas.

Una vez en pie buscó refugio en un bar cercano. El agresor la emprendió a puñetazos contra los vidrios del local. Sólo la fuerza de cuatro policías consiguió reducirlo. Dos días después, el 6 de octubre, se celebró un juicio rápido. Ese mismo día un enjambre de periodistas lo esperaba en la puerta de su casa. Fue el inicio de una efímera popularidad: felicitaciones por la calle, llamadas de políticos y la insignia de plata del Ayuntamiento de Alzira. Incluso un programa del corazón se ofreció a pagarle a cambio de una entrevista en directo. Algo que rechazó pese a estar en el paro desde hace dos años.

Pero tanta repercusión acabó por abrumar a Carlos, un chico sencillo de 30 años, rotulador de oficio, que vive con sus padres y al que le encanta salir de marcha. “No soy ningún héroe. Lo hice porque no está bien pegarle a las mujeres. He tenido 18 novias y la única bofetada me la llevé yo de una de ellas”.

Rafael Vélez: "Hice lo que me salió del alma"
“Antes pensaba que cuando pegaban a una mujer, algo habría hecho. Pero, ahora me siento herido cuando un hombre pega a su esposa”. Rafael Vélez ha cambiado su postura ante la violencia de género después de que el 16 de octubre impidiera que un hombre acuchillara a su mujer en el bar que regenta en Palencia.

El joven resta importancia a lo que hizo y no quiere que lo califiquen de héroe. “Hice lo que me salió del alma en ese momento”, asegura con la tranquilidad que le da el discurrir del tiempo. ¿Qué le movió a defender a aquella mujer? “Me sentía dueño de lo que había dentro de mi establecimiento”, asegura. Sin embargo, tras evitar la agresión, Rafael se quedó en su bar cabizbajo. “En el primero que pensé fue en Neira, en lo que me podía haber pasado a mí y en lo que tuvo que sufrir este hombre”, explica.

Asegura que no sintió miedo, pese a que se dislocó un dedo y recibió arañazos en su brazo. Apenas conocía al matrimonio. “Traté de calmar al hombre preguntándole cómo era posible que un día estuviera tranquilo y al siguiente con un cuchillo en la mano. Él me decía que se le había ido la cabeza”. Fue entonces cuando los clientes del bar se abalanzaron sobre él para evitar la fuga. “Lo hicieron cuando vieron que ya no tenía el cuchillo”, añade.

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