A punto está de cumplirse el ultimátum que la Unión Europea dio a las empresas para que incorporaran a mujeres directivas. Desde que la vicepresidenta de la Comisión Europea, Viviane Reding, amenazó con emprender medidas legislativas si las empresas no se animaban a sentar a más mujeres en sus consejos de administración, apenas una decena de grandes compañías han firmado el compromiso público de hacerlo.
Mientras, aunque a pequeños pasos, son los Gobiernos de los países miembros quienes han optado por aprobar leyes que imponen una cuota mínima de féminas en los órganos de decisión de sus empresas: Francia, Holanda, Italia y Bélgica.
Pero parece que, a pesar de las iniciativas –que piden unos resultados escalonados en el tiempo-- y de los buenos propósitos, el techo de cristal del sector empresarial sigue estando muy duro. Y no parece que la situación económica haya ayudado a ablandarlo. Y es que la crisis es el argumento de algunas empresas para dejar las cosas como están.
Las mujeres apenas representan, de media, el 12% de los puestos de los consejos de administración en el sector privado. Y solo un 3% de las empresas están dirigidas por una mujer. Porcentajes que respaldan, para muchos, la intención de que más que una autorregulación lo que hace falta es una regulación clara que obligue a las empresas a incluir a más mujeres en sus órganos de dirección. ¿Autorregulación o cuotas obligatorias?
En Noruega, donde durante años se intentó que las empresas se autorregularan para ir derribando poco a poco las barreras que impedían que las mujeres llegasen a los puestos directivos, el Gobierno optó finalmente por establecer cuotas obligatorias (un 40%) ante la falta de resultados. Allí, las cúpulas de las empresas se habían convertido en clubes de hombres –lo que los noruegos llamaron ‘gutte klubben grei’ (club de los hombres grises)--, que solo llamaban a otros hombres para los puestos vacantes. ¿Pasa algo similar en tu empresa? Cuéntanos tu testimonio.