Ya lo habían anunciado las autoridades de Arabia Saudí a finales de enero: los centros comerciales tendrán que construir un muro de 160 centímetros para separar a las dependientas mujeres de los hombres. Se sabía que ésa era una imposición que enarbolaba el nombre de la virtud. "Para que la privacidad de las mujeres [que trabajan en las tiendas de lencería] no sea violada", dijeron. Lo único que se quedaban por conocer eran los detalles a este reglamento impuesto por el ojo inflexible que controla la sociedad saudí y mantiene a sus mujeres a raya: la Comisión para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio (Haia), la casa de los mutawas, la policía religiosa.
Pero esta semana han llegado las reglas que vienen a concretar esa separación de 160 centímetros de alto -que ahora matizan y dicen que no es de ladrillo, sino de "paneles divisorios fijos"-, eso sí, "tan alta que nadie de dentro pueda ser visto desde fuera", dice la circular emitida por el Haia. No se da por descontado que "las mujeres tienen que vestir modestamente" (como lo hacen, de hecho, por obligación en el Reino del Desierto), así que el reglamento publicado en el periódico 'Arab News' también incide en ello.
Además, según esta nueva normativa, ningún hombre podrá volver a entrar en ese 'reducto' femenino de los grandes almacenes. Es decir, se terminaron los regalos de lencería para sus esposas, algo que según comenta una mujer saudí a ELMUNDO.es es "bastante habitual". Claro, no tendría mucho sentido, según los guardianes de la Virtud, crear esa barrera física si después las dependientas van y se relacionan con sus colegas hombres cuando repongan existencias de sujetadores en el almacén o hagan un pedido en la oficina. Así que queda estrictamente prohibido entrar ahí si hay varones.
Y para dar menos oportunidades al roce entre sexos, las autoridades obligan a poner la sección de ropa interior "lo más cerca posible de la puerta de entrada al comercio". Ahí estarán los mutawas para supervisar que se cumpla la norma y remitir un "informe periódico" a sus superiores.
Pero como decía a ELMUNDO.es Hisa Hilal -una poeta saudí contra la que se lanzó una fatwa- "es una norma estúpida, hasta el punto de que las dependientas no pueden hablar con los hombres, pero las clientas siguen yendo a comprar". Y ésta no es una cuestión baladí, porque los dependientes en el resto de los negocios son hombres. Sólo desde finales de 2011 el Gobierno impuso a las tiendas de ropa interior tener mujeres detrás de sus mostradores, alentado por activistas que querían comprar sus picardías y sujetadores sin hablar de tamaños con el sexo opuesto.
La única explicación que encuentra la periodista saudí Eman Al Nafjan a este reglamento es que con él "los mutawas intentan poner todos los obstáculos posibles para que no trabajemos. Quieren que lo hagamos desde casa, que el Gobierno nos pague por quedarnos en nuestros hogares". Pero mientras la policía religiosa dificulta la incorporación femenina al mundo laboral, el Rey y el Gobierno, por el contrario, están decididos a aumentar su reducida participación (un 15%) con todos los medios a su alcance. De hecho, está semana ha obligado a clausurar 18 tiendas de lencería en Riad por no estar atendidas por mujeres saudíes, según informa 'Arab News'. Veremos quién gana la partida.