Ana: "Siempre me llamó tonta, pero cuando nació nuestro primer hijo me insultaba aún más"

Las expertas sostienen que el mayor problema que tiene una mujer con cualquier discapacidad es que es invisible a la sociedad.
20MINUTOS.ES-26/12/2012-VERÓNICA VICENTE

■"Yo le decía que no me insultara, él me respondía que lo hacía cariñosamente", cuenta Ana, de 35 años y con discapacidad intelectual.
 ■Patricia, con inteligencia límite, sufrió maltrato físico por parte de un compañero de instituto a los 18 años. Tiempo después tuvo un intento de violación.
 ■Mujeres con discapacidad intelectual, víctimas de maltrato que casi nunca denuncian.
 
La violencia hacia las mujeres con discapacidad intelectual 'desaparece' sutilmente cuando el abuso se vuelve rutina, se normaliza porque forma parte de lo cotidiano. Para muchas de ellas, el maltrato —ya sea físico, psicológico o sexual— se ha repetido tanto que forma parte de sus vidas como un elemento más y no siempre resulta fácil afilar la mirada para detectarlo y empoderarse para hacerle frente.

La violencia se puede esconder en un gesto o en el mero hecho de no respetar sus decisiones personales A menudo, la violencia a estas mujeres consiste en malos gestos, gritos, desdén o en el mero hecho de no respetar sus decisiones personales o su capacidad de autodeterminación como mujeres adultas. En otros casos, la violencia es física y tiene consecuencias fatales.
 
20 minutos ha querido comprobar de primera mano cuál es el sentimiento de estas mujeres y cómo viven su condición de persona con discapacidad que además sufre maltrato. Lograr el testimonio de estas mujeres y que estén dispuestas a compartir su historia no habría sido posible sin el apoyo de las organizaciones que trabajan con ellas. Durante las entrevistas, las dos mujeres entrevistadas pidieron estar acompañadas por las profesionales que las asisten —psicólogas de Feaps y Adisli— y pusieron como condición el anonimato en este reportaje, por lo que sus nombres son ficticios.
 
Tanto Ana como Patricia tienen una discapacidad intelectual ligera y más de 30 años. Ambas se expresan sin dificultad, son físicamente independientes y autónomas en su día a día.
 
"Yo le decía que no me insultara, él me respondía que lo hacía cariñosamente"

 
Ana tiene 35 años y es madre de dos niños. Es jardinera de profesión aunque ahora trabaja en una empresa de limpieza. Para ella el maltrato llegó a través de una relación sentimental con el hombre que fue su pareja durante ocho años y padre de sus dos hijos en Canarias. Desde el principio Ana supo detectar el abuso, pero no era fácil enfrentarse a él.
 
“Yo me daba cuenta de que me insultaba y de que aquello no era normal”. El maltrato psicológico era prácticamente diario. “Cuando no le gustaba algo me decía no sirves para nada, eres tonta, tienes la casa hecha un desastre…”.
 
Aunque yo estaba hecha  polvo y mi familia lo sabía, nunca se lo conté a mis padres para no preocuparles La gente notaba que Ana se ponía nerviosa en presencia de su marido —"una vecina me decía que cuando él estaba presente en las reuniones de vecinos yo tartamudeaba”— y ella misma notaba que su actitud tal vez era más tensa de lo normal. “Siempre me llamó tonta, pero cuando nació nuestro primer hijo me insultaba más. Yo le decía que no me insultara, pero él me respondía que lo hacía cariñosamente”, cuenta.
 
"Muchos fines de semana se iba a escalar y me dejaba sola en casa con los niños, él se marchaba sin dar explicación los dos días y no nos dejaba acompañarle". Al principio se lo escondió a su familia, que estaba en Madrid.
 
"Mi madre me llamaba y me preguntaba todo el rato porque me notaba rara. Aunque yo estaba hecha polvo, nunca se lo conté a mis padres para no preocuparles. Hasta que me dejó por otra mujer y me propuso el divorcio, entonces volví a Madrid con mis dos hijos".
 
Aunque Ana nunca pensó en divorciarse, admite que interiormente tenía ganas porque "para estar viviendo así mejor no vivir”. Hoy reside en Madrid con sus padres y sus hijos y su gran  preocupación es la independencia económica.
 
"Dependo de mis padres para vivir, les necesito, porque sin ellos tampoco tengo con quien dejar a los niños cuando entro al trabajo". Tras la amarga experiencia, lo que más valora es la presencia de sus hijos y el camino andando, el "esfuerzo por aprender, estar mejor y salir de todo aquello".
 
"Lo más importante es que nos respeten"

 
Patricia tiene hoy 39 años y habla de su experiencia con la tranquilidad de quien ha despertado de un mal sueño. A los 18 años sufrió maltrato físico por parte de un compañero de instituto que se emborrachó y la agredió. Poco tiempo después, en su barrio, un intento de violación. Todo aquello terminó por minar su autoestima y convertirla en una persona muy insegura: "Me encerraba en casa y no salía a la calle". El apoyo de su familia, su madre y su hermano mayor, fue clave en lo que ella llama "el despertar".
 
Ser listo no es que tú sepas más que yo, es que tú también entiendas a las personas con inteligencia límite"Estaba dormida. Lo que me ocurría es como si estás en la cama durmiendo y no despiertas, ahora sé que nadie se tiene que meter conmigo, he aprendido a defenderme y tengo mucho genio". Aunque no vive con su novio tiene pareja desde hace dos años y las metas muy claras: encontrar un empleo digno donde hacer lo que mejor sabe, poder tener un sueldo y una casa propia.
 
En el caso de Patricia los abusos comenzaron mucho antes, siendo niña, y actuaron como fase previa a su estado de inseguridad en la vida adulta. Los insultos de sus compañeros en el colegio eran casi diarios. Patricia sufría acoso escolar. "Me miraban como a un bicho raro. Yo me escondía en el cuarto de baño del colegio y lloraba hasta que venían a recogerme mi madre o mi hermano".
 
Patricia no podía contarlo a los profesores porque sus compañeros la amenzaban. Al llegar a casa el silencio y las lágrimas se repetían. "A mi madre tampoco se lo contaba, porque no me atrevía y no quería dar problemas a nadie".
 
Hoy, fuerte, segura de sí misma y consciente de todas sus capacidades, el discurso de Patricia suena reivindicativo y representativo. "Ahora sé que aquello no era normal, pero entonces no me daba cuenta, no sabía cómo pensar, vivía en mi mundo. Las personas con discapacidad intelectual podemos hacer mucho aunque nos consideren bichos raros. No lo somos, somos personas y como personas sabemos luchar por lo que queremos. Aunque tengamos inteligencia límite sabemos escuchar y sabemos comprender, porque ser listo no es que tú sepas más que yo, es que tú también entiendas a las personas con inteligencia límite. Aquí somos todos humanos, tenemos pies, brazos, manos, nariz, ojos, boca, como cualquiera, y sabemos defendernos. Para mí lo más importante es que nos respeten, igual que nosotras respetamos al resto de la sociedad".

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