La enfermedad: el tercero en una relación de pareja, por Francys Ladera Mayora

 

Hoy os presentamos a Francys Ladera Mayora, psicóloga-psicoterapeuta con más de seis años de experiencia en la atención directa a mujeres e hijo/as víctimas de violencia de género.

En este blog aborda "La enfermedad: el tercero en una relación de pareja":

 

Cuando la enfermedad somática se convierte en el tercero de la relación de pareja, esta materializa el lugar donde se proyectan las ansiedades del conflicto y, al haber enfermedad, la lógica dice que se debe buscar la cura, lo que conlleva a dejar a un lado la parte afectiva y a centrarse únicamente en la médica.

Hablemos del caso de Ana.

Ana es una mujer de 40 años, profesora, madre y esposa. Asiste a su médico de cabecera por presentar inflamación y dolor agudo en los hombros, además se siente frustrada ya que, por más medicamentos que tome, el dolor no desaparece. Le explica al doctor que ella se ciñe a las prescripciones médicas pero aun así el dolor, la molestia y el malestar están presentes cada día. Su esposo la cuida, su hijo también se preocupa por ella y tampoco entienden por qué no mejora. Comienzan a sospechar si hay algo más allá del dolor que presenta.

El doctor, que la ha visitado más de cinco veces sin observar mejoría alguna, le recomienda asistir al psicólogo/a. Al principio, Ana no estaba convencida de ir a psicoterapia, creía que si el médico no tenía respuesta mucho menos las tendría un psicólogo/a, pero decide acudir.

Inicia la primera visita con la psicóloga. Ana habla de todas las consecuencias que el dolor le ha traído a su vida: se encuentra de baja laboral, cree que su marido está cansado de cuidarla, le preocupa que su hijo se sienta descuidado porque no puede atenderlo “plenamente” y no sabe qué hacer, los médicos no le dan respuestas y por más analgésicos que tome, sigue igual.

En las visitas siguientes comienza a hablar de conflictos en su relación de pareja, expresa que su esposo le ha sido infiel pero “es algo pasado porque ya lo han superado". Ella decidió perdonarlo y seguir adelante con la relación; sin embargo, la psicóloga explora las emociones experimentadas por Ana cuando se enteró de la infidelidad de su esposo.

Ella comenta que sintió como si el mundo se le viniera abajo pero tuvo que levantarse. Creía que debía salir adelante por la familia, por su hijo, por lo que dirían los demás si ella se divorciaba... pero al paso del tiempo comenzó a enfermar, a tener molestias en los hombros, a sentir dolor. Decía que todo estaba marchando bien pero recuerda que el malestar comenzó cuando su marido debía retomar los viajes por asuntos laborales. Su esposo la había engañado con una compañera del trabajo que ya no estaba en la empresa o al menos eso le había contado él.

Con el inicio psicoterapéutico pudo darse cuenta de que había desplazado su conflicto emocional (el sufrimiento de la infidelidad por parte de su esposo) al cuerpo (dolor agudo en los hombros) y que, a pesar de haber creído superado el problema, su cuerpo decía lo contrario.

Como portadora de la enfermedad se convertía en el centro de atención de su familia puesto que era el tema principal. El esposo ejercía el rol del cuidador, se enfocaba más en los síntomas que en su mujer y en lo que realmente le podía estar pasando, no se imaginaba que el dolor físico se debía al dolor de la infidelidad puesto en el cuerpo.

Dentro de la dinámica familiar, esta situación con el tiempo fue generando en tensión. En el transcurso de la psicoterapia pudo asociar que mientras su esposo e hijo comenzaron a ignorar su dolor y sus quejas, los síntomas se intensificaron. Inconscientemente si ella se mantenía enferma la atención estaría puesta en el cuerpo, su esposo tendría que cuidarla y no pensaría en el dolor emocional.

Ana no podía resolver el conflicto con su esposo de manera verbal, se le hacía muy complicado poder decir lo herida que se sentía, lo difícil que era para ella continuar juntos, el tener que mantener una apariencia delante de sus familiares, amigos y dentro de su propia casa frente a su hijo, lidiar con el sueño de una familia unida que ahora parecía desmoronarse y de ese “hasta que la muerte nos separe” que lo tenía muy bien internalizado.

Era mucho que procesar. No podía hablar, así que ambos pasaron al “lenguaje de los órganos”, hacían frente a un tercero que era la enfermedad pero se distanciaban cada vez más como pareja. Entendió que el dolor desplazado en los hombros no era más que el peso emocional que llevaba, creía que lo hacía en silencio pero el cuerpo lo gritaba.

 

Francys Ladera Mayora

Psicóloga-Psicoterapeuta 

Especialista en violencia machista 

www.linkedin.com/in/francys-ladera-mayora

francysladera@copc.cat

 

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