Tras pasar este verano más tiempo del que acostumbro en la tierra que me vio nacer, rodeada de toda mi familia y amistades de la infancia y juventud, he podido comprobar que yo, como ama de casa ejerciente que soy, no me siento encuadrada ni identificada con ninguno de los perfiles que me rodeaban.
Nada más regresar de las vacaciones comencé a buscar información sobre esta ocupación y la verdad es que no me sorprendió demasiado lo que encontré:
Esto me lleva a pensar que mi caso no es aislado y reflexiono sobre lo poco que se valora esta labor, lo que me suscita una serie de cuestiones:
¿Será simplemente por el hecho de carecer de remuneración? No me valen esos argumentos de que “el dinero que entra en casa también es tuyo”. Mira: NO. No hay más que ver la situación en la que se queda una ama de casa cuando se divorcia (asunto en el que no quisiera entrar porque da para otro artículo).
A pesar de esta escasa consideración, me perturban comentarios tales como: "Yo ahora mismo sería amo de casa" o "¡Qué afortunada eres porque puedes disfrutar de tu casa y ver crecer a tus hijos”.
Tras estos comentarios, llego a casa, me pongo delante de mis títulos universitarios y reflexiono, intentando encajar estos trozos de realidad. Reflexión que se ve cortada por la señal acústica que indica el final del lavado y el silbido de la olla exprés que señala la cercanía de la llegada de los niños hambrientos del instituto.
Tras recoger la cocina, tender, planchar, preparar la cena y recoger la ropa del tendedero, vuelvo a pasar por delante de mis títulos universitarios y me viene a la cabeza la siguiente pregunta: ¿esto es lo que consideran tan envidiable?
Sin embargo, mientras recojo mis títulos universitarios y los guardo con cariño y esmero a la espera de la siguiente oferta de empleo que exija la acreditación del CV, me vienen al recuerdo las amas de casa de mi pueblo, de mi familia.
Señoras que no tienen olla exprés y ni falta que les hace, que no se les acumula la ropa para lavar, que planchan con todo el cariño hasta el trapo de limpiar el polvo, que te hacen por la mañana un bizcocho casero para ofrecértelo a la hora del café en lugar de comprarlo en el súper...
Lo siento, pero yo no encajo en ese perfil de ama de casa. ¿Por qué? Quizá porque crecí con unas expectativas que la sociedad no estaba preparada para permitirme cumplir.
Para mi alivio y consuelo, intentaré llevar a cabo un estudio un poquito más en profundidad sobre las amas de casa 3.0, como a mí me gusta considerarme.
Mientras tanto, os invito a reflexionar sobre qué tipo de ama de casa te consideras tú, si te consideras ama de casa. Quizá alguna vez podamos compartir reflexiones.
Inmaculada Sánchez González
Abogada y experta en Igualdad
Mujeres en Igualdad de Sevilla
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