Aunque parezca increíble había una ordenanza que penaba el uso de esta prenda en las mujeres, olvidada claro está en la práctica desde hace muchos años.
No ha sido hasta el último día de enero del año 2013, nada menos, cuando Najat Vallaud-Belkacem, la ministra de los derechos de la mujer en Francia, lo hacía oficial: ya no será delito para las mujeres vestir pantalones en la capital. Aunque parezca increíble había una ordenanza que penaba el uso de esta prenda en las mujeres, olvidada claro está en la práctica desde hace muchos años.
Según «The Telegraph», entre 1892 y 1909 el mandato había sido modificado para permitir a las mujeres vestir pantalones si iba en caballo y bicicleta, respectivamente. Esta normativa había llegado tan lejos en el tiempo porque no era una prioridad, no había necesidad de eliminar este tipo de «arqueología jurídica». Sin embargo, tras la petición en julio de un senador del partido conservador para retirarla por su «importancia simbólica» la maquinaria legislativa se puso en marcha, según el Telegraph.
Así, el 31 de enero, Vallaud-Belkace abolía la ordenanza «por su incompatibilidad con los principios de igualdad entre mujeres y hombres, establecidos por la constitución y los compromisos europeos».
Como ya aparecía en ABC, este hecho recuerda una anécdota datada en 1972, cuando a la exministra de Asuntos Exteriores, Michle Alliot-Marie, se le negó la entrada en el Parlamento por llevar pantalones. «Si es mi pantalón lo que os molesta, me lo quito ahora mismo», espetó en ese momento con reflejos de político.
El origen de la ley se remonta a las uso del pantalón por parte de los revolucionarios a finales del siglo XVIII, de los sans-culottes, que reivindicaban el uso del pantalón en contra del uso de los calzones de la nobleza y alta burguesía. Y las mujeres del movimiento solicitaron este derecho, pero no les fue permitido. De esta manera, desde entonces las mujeres que «deseasen vestirse como un hombre» debían pedir autorización a la policía.