Lecciones y aprendizajes del Covid-19: igualdad de género, la asignatura pendiente

 

24/05/2020

Cuando comenzamos este año 2020 con tanta ilusión, con cambio de década, en ningún momento llegamos a pensar que nos iba a dar una de las lecciones más importantes: confiar en el día a día con paciencia. 

El pasado 14 de marzo nuestra rutina y cotidianidad se vieron interrumpidas por un estado de alarma como consecuencia del COVID-19, una pandemia a nivel mundial. Desde entonces, hemos tenido muchas horas para pensar y reflexionar y para no dar nada por hecho porque la vida está en constante movimiento, es dinámica.

Vivimos en una era en la que lo queremos todo ya, al momento, queremos la inmediatez y eso nos conduce a que no valoremos lo que tenemos en el momento, en el presente. Muchas veces vivimos pensando en el futuro sin ser conscientes de que lo único que tenemos es el presente. Nos cansamos con rapidez de todo, nos agobiamos, huimos porque pensamos que el tiempo es ilimitado, pero la realidad nos está mostrando que la vida es dinámica pero el tiempo no es infinito. 

Nuestras vidas han cambiado y no podemos olvidar a todas aquellas personas que ya no están; sin duda es el efecto más devastador y negativo de toda esta situación, pero… ¿cómo está afectando a la sociedad toda esta crisis sanitaria? ¿nos está afectando a todos/as por igual?

Son varios los factores que entran en juego en esta ecuación. A nivel económico, son muchas las familias y personas afectadas, por lo que ya tenemos una primera división de afectación en esta pandemia. El siguiente componente de la ecuación hace referencia al género: ¿está afectando por igual a hombres y mujeres? Podemos decir que no, ya que el rol de cuidadora tanto a nivel profesional como personal siempre ha estado relegado a las mujeres.

Las mujeres son las que están en primera línea de respuesta. Según los últimos datos de la Encuesta de Población Activa (EPA), las mujeres representan el 66% del personal sanitario, llegando al 84% en el caso de enfermeras, auxiliares de enfermería y geriatría, con contacto directo con personas afectadas por coronavirus, lo que implica un elevado nivel de exposición al contagio junto a la presión de doblar turnos sin tener presente las consecuencias emocionales y psicológicas.

A ellas se suman limpiadoras, dependientas, cajeras de tiendas de alimentación y supermercados y las empleadas del hogar y cuidadoras, especialmente aquellas que trabajan como cuidadoras internas de personas mayores o dependientes, donde esta situación de confinamiento ha hecho que deban permanecer en el hogar en el que trabajan, muchas veces sin la protección adecuada y sin posibilidad de volver a sus casas y atender sus propias necesidades.

La situación a nivel personal es similar. Son muchos los hogares en los que, debido al confinamiento, las mujeres tienen que teletrabajar, cuidar de los hijos e hijas, ayudar con los deberes, más las tareas del hogar. Y no podemos pasar por alto los casos de violencia de género, donde la mujer se ha visto encerrada literalmente con su agresor. En este sentido, la ONU ha realizado un llamamiento mundial para actuar frente al repunte de la violencia de género durante la pandemia y en situaciones de aislamiento. Los datos recogidos a nivel estatal durante el periodo de confinamiento por la COVID-19 reflejan el aumento de las peticiones de ayuda por violencia de género. 

Estamos comprobando cómo la igualdad de género en tiempos del COVID-19 es, de nuevo, una asignatura pendiente. Estamos ante la necesidad de la creación de nuevos roles flexibles donde no se deposite en la mujer la responsabilidad de los cuidados, y eso tan solo se conseguirá si desde la educación fomentamos el valor de los cuidados tanto a los niños como a las niñas. Mientras tanto, hay que actuar, y tenemos que evidenciar la necesidad de que los cuidados formen parte de la estrategia social y económica de los estados y que esta incluya el enfoque de género. 

Aprovechemos estas lecciones y aprendizajes que nos está dejando la COVID-19 para construir una sociedad más empática, cooperante, solidaria y, de una vez por todas, igualitaria donde el género no sea una etiqueta.  
 

Miriam Cirujano Torres

Asesora en Comunicación-RSC

 

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