Crece la delincuencia juvenil, algo que venía descendiendo desde hacía muchos años. Todo se vuelve en contra de este Gobierno. A más paro, más desestabilización social, más familias destrozadas y mayor delincuencia juvenil. Como no teníamos bastantes menores violentos, acogemos los de otros países, para completar el desastre. Confundimos la caridad con la supervivencia cuando los problemas les quedan lejos a los que mandan. ¿Qué dirán las víctimas de los ataques de menores violentos sobre la política general que se sigue con ellos?
La delincuencia juvenil se incrementa con la acción -o la inacción- de la llamada generación Ni-Ni (ni estudia ni trabaja). Esta panda de zánganos, que no quiere dar palo al agua, es también una lacra social. Nuestro absentismo escolar está a la cabeza de Europa. El fracaso escolar también. No nos llega ni una sola estadística favorable. Y a ello hay que añadir la casi nula esperanza de empleo para los jóvenes españoles y canarios que sí se esfuerzan, que estudian y que aprueban sus carreras. El ejemplo está en el propio Gobierno de Zapatero, donde hay un ministro que lleva varios años matriculado en primero de Derecho, otro que es decorador y una ministra cuyo mérito académico es bailar muy bien las sevillanas. Con estos ejemplos, buena juventud estudiosa vamos a tener. Que ni chiquitas lumbreras.
La delincuencia juvenil alcanza ahora cifras preocupantes, a decir de las memorias de los tribunales de justicia y de la Fiscalía General. Y eso que nos tememos que los datos son tratados a la baja, para evitarle disgustos al señor Zapatero. Miles de familias están siendo maltratadas por la crisis económica y han perdido todos sus subsidios. ¿Qué van a hacer los hijos?: buscarse la vida en la calle. Y cómo se la buscan algunos ya lo ven ustedes en las páginas de los periódicos.
La delincuencia juvenil supone otro problema de Estado. El futuro de nuestros jóvenes está en el aire. Mucho Ministerio de Igualdad, pero poca atención a la legión de Ni-nis. Además, las leyes promulgadas dejan a los padres indefensos en la corrección de sus hijos y en su inserción en centros en donde los puedan ayudar. La violencia crece, muchas familias sufren destrozos morales por parte de quienes no están intelectualmente bien formados y no han vivido una paz y un sosiego familiar, necesarios para su correcta educación. Una situación que puede desbordar cualquier previsión razonable.
Y lo que es peor: el Gobierno no lo ve. Y si lo ve, disimula muy bien .