La conflictividad juvenil a debate

DIARIOMALLORCA.ES-21/09/2009-ANTONIO TARABINO

Se ha convertido en un rito que cada mes de septiembre, una vez inaugurado el nuevo curso escolar, se focaliza en los medios e incluso en las tertulias ciudadanas y familiares algún tema relacionado con la educación. El problema es que tal rito se convierta en un mito. Si analizamos lo ocurrido en años anteriores, podremos observar que, pasado un mes, el tema educativo en cuestión pierde intensidad, se mete de nuevo en el baúl de los recuerdos y a otra cosa mariposa.

Este año ha tocado a la conflictividad juvenil, concretada en los centros escolares, a partir de la propuesta de Esperanza Aguirre que pretende reforzar por decreto la autoridad de los maestros y profesores nombrándolos "autoridad pública", lo que posibilita endurecer las penas a los agresores juveniles e infantiles. Los medios están repletos de opiniones favorables y desfavorables.

Es indudable que la conflictividad en los centros escolares es una realidad. Lo que cabe preguntarse es si tal situación de relativa violencia es exclusiva del contexto escolar, o es una muestra significativa y relevante de un ambiente de conflictividad y violencia en los entornos familiares y de la sociedad. Sin duda deben tomarse medidas concretas para garantizar unos mínimos de disciplina en los centros escolares, pero, muy probablemente, tales medidas pueden resultar estériles si las familias, los padres y madres de sus hijos/hijas conflictivos y violentos, no se aplican el chip. Y a su vez sería necesario que comenzáramos a denunciar determinados "modelos" de comportamientos que se trasmiten básicamente a través de la televisión, videojuegos, determinados contenidos en Internet…

Vayamos a la madre del cordero. En particular en nuestra comunidad el fracaso y el abandono escolar han disparado todas las señales de alarma. ¿Para que seguir estudiando, si encontrar trabajo, especialmente a través de las redes informales, resultaba fácil y gratificante? Pero la crisis que estamos sufriendo está dejando víctimas, entre otros el colectivo de jóvenes sin ninguna cualificación que están pasando a ocupar las cifras de los parados, y en muchos casos sin cobertura porque o trabajaban sin contrato o a través de ocupaciones temporales y precarias.

Curiosamente, como puede comprobarse en el último número de Quaderns Gadeso, las familias comienzan a preocuparse por la educación de sus hijos al percibir en su propio entorno familiar jóvenes sin oficio ni beneficio y con escaso futuro. Tal constatación es positiva, y puede ser una buena conclusión de la crisis si supera lo meramente anecdótico. En consecuencia, si se preocupan más aumenta el nivel de insatisfacción sobre aspectos concretos de los centros educativos. Aumenta de modo muy relevante la preocupación por la conflictividad y la falta de disciplina, tanto en los centros públicos, como concertados y privados. Lógicamente proponen como medida básica "reforzar las medidas disciplinarias".

Una profesora de un instituto público, comprometida en su labor educativa, y que sufre ciertos niveles de conflictividad, me decía: "¿por qué no preguntáis en la encuesta si también existen niveles de conflictividad, de falta de respeto y disciplina, en el quehacer cotidiano en su familia?". No se trata, tal como se hace con excesiva frecuencia, de convertir al niño y adolescente en una simple pelota de ping-pong: los padres pasan la pelota a los centros educativos, y éstos a la familia.

Mejorar la disciplina, sí. Pero si no se da una colaboración de las familias, mucho me temo que los resultados sean escasos. Por otra parte, la auctoritas, la autoridad moral no se consigue por decreto y sólo con medidas disciplinarias en los centros escolares. El peligro es que hoy es noticia la ocurrencia de Esperanza Aguirre, las consecuencias del botellón en Pozuelo…, pero mañana tales noticias serán sustituidas por otras. Y una vez más dejamos la casa sin barrer.

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