El machismo juvenil multiplica su tiranía con el ‘smartphone'

Un estudio de la UB revela que el 57% de los jóvenes conocen parejas de su entorno con situaciones de violencia. Si la chica se planta, él manipula la situación hasta hacerle sentir culpable y minar poco a poco su autoestima
ELPERIODICODECATALUNYA-11/02/2013

Suena el móvil. Se repite el drama. Apresurada, activa el teléfono mientras la angustia se desborda una vez más. No suelen ser llamadas, sino mensajes, aprovechando los múltiples canales gratuitos disponibles. Y el repertorio es muy extenso, pero ella lo conoce sobradamente: cada día puede recibir varios centenares de señales acústicas como esa. La inmensa mayoría proceden del mismo emisor. Un chico que le envía un pequeño texto para decirle, reclamarle, ordenarle cómo debe relacionarse con su entorno. Es su pareja y, por eso, cree estar en el derecho de pedirle que se eche una foto y se la envíe para saber cómo va a ir vestida hoy. Y convencerle de que esa falda se la ponga mejor el fin de semana, cuando estén juntos. O mandarle que active en su smartphone una aplicación con un servicio de geolocalización para saber dónde está su chica en cada momento. E incluso preguntarle quién es el chaval al que ha añadido como amigo en Facebook.
 
Son ejemplos reales de las prácticas abusivas detectadas en los últimos tiempos entre parejas adolescentes. «A diferencia del machismo que se estilaba antes, con las nuevas tecnologías la presión es constante, 24 horas al día, 365 días al año», explica Alba Alfageme, coordinadora de la unidad de apoyo a la atención de víctimas de la Conselleria d'Interior. «En las relaciones de noviazgo de hace unos años las chicas se refugiaban al llegar a casa porque el principal vínculo con el exterior era el teléfono fijo y también podían descolgar sus padres. Ahora, ni siquiera existe ese filtro. El novio contacta a través del móvil y puede ejercer un control casi total», detalla.
 
FENÓMENO MUTANTE
 
Es pronto para establecer «con rotundidad» que el machismo ha aumentado entre los jóvenes, según la presidenta del Institut Català de les Dones (ICD), Montserrat Gatell. Pero es evidente que, al amparo de las nuevas tecnologías, el fenómeno está en constante mutación.
 
«Es una nueva forma de control de los chicos sobre las chicas, haciendo un uso negativo de estas herramientas », relata Gatell. Un estudio de las doctoras Esther Álvarez y Karin Arbach, del Grupo de Estudios Avanzados en Violencia de la Universitat de Barcelona, revela que el 57,2% de jóvenes encuestados conocían alguna pareja en la que existía violencia, y en la mayoría de casos (70%) eran amigos suyos. El problema se agrava en este periodo porque son jóvenes que «carecen de recursos de resolución de conflictos», según Arbach, por lo que muchas veces recurren a métodos más agresivos como la única alternativa que aciertan a emplear «para gestionar situaciones novedosas, como el inicio de una relación amorosa».
 
ROLES TRADICIONALES
 
«Es una violencia perversa y sofisticada porque implica una invisibilidad del control que se ejerce, casi siempre pasa desapercibida para familia y amigos y evoluciona de forma gradual, aislándole de su entorno», revela Alfageme. Todo ello con la imprescindible aquiescencia de ella, que permite a su chico husmear en su propio móvil. Y si se niega, él derivará la batalla psicológica a hacerle ver «que lo hace por su bien, porque la quiere » y que es ella, con su negativa, «la que genera el conflicto», según la responsable de atención a las víctimas. Es imprescindible evitar que la adolescente se autoculpabilice y normalice prácticas abusivas que permiten a su pareja extender el control sobre su propia vida. «Hay que romper con los roles tradicionales de género, donde él domina y ella lo acepta», relata Erika Borrrajo, psicóloga de la Universidad de Deusto y experta en el fenómeno. Borrajo achaca el origen de estos estereotipos a creencias adquiridas por los menores en el cine, series de televisión y en su entorno más próximo. «Asumen falsas creencias, como si me manda tantos mensajes es porque se preocupa por mí, o si se pone celoso porque chateo con otro es porque me quiere», dice la investigadora.
 
Todos los expertos consultados comparten la necesidad de incidir en una intensa tarea pedagógica en el ámbito familiar y escolar, con la inexcusable colaboración de las autoridades. Es el momento en que corresponde a la familia preguntarse con espíritu crítico «cuál es el mejor momento para que sus hijos tengan un smartphone», revela Gatell. Manuel Gámez-Guadix, psicólogo de la Universidad de Deusto, hace hincapié en la necesidad de hacer un «uso responsable de las nuevas tecnologías ». «Los adultos deben aprender a manejar, al menos a un nivel básico, estas herramientas. Y hablar a menudo con los menores, para empatizar y trasladarles unas normas básicas de uso», resume Gámez-Guadix.
 
EVITAR LA CRONIFICACIÓN
 
Los adultos y amigos de la víctima deben actuar al percibir alteraciones incuestionables en su actitud. «La clave es cuando se aprecia que la chica ya no es libre para tomar sus propias decisiones », revela Gatell. Hay numerosos indicios: «Si desde que tiene un novio nuevo no sube fotos a Facebook, ni usa Twitter o si se agobia porque está en una zona donde no tiene cobertura », detalla Alfageme a modo de ejemplo. Para tratar de avanzarse a daños psicológicos e incluso a posibles formas de abuso físico y sexual, la Generalitat impulsa el programa Estimar no fa mal, dirigido a jóvenes, padres y profesionales de ámbitos que trabajan con chicos de 10 a 19 años y pueden actuar como agentes preventivos. Y si es la propia víctima quien reacciona y evita la cronificación del fenómeno, no debe vacilar en compartir su inquietud con su entorno. O llamar al teléfono gratuito 900 900 120, un servicio del ICD que garantiza el anonimato las 24 horas del día, y en el que psicólogos y abogados sabrán orientarle y derivarle al servicio pertinente.
 
Por supuesto, el trabajo preventivo no solo debe repercutir en ellas, sino también en los chicos, para evitar que reproduzcan nuevas situaciones de abuso de poder. Y la responsabilidad de que los jóvenes asimilen valores de igualdad es un compromiso que debe recaer sobre todos. «Es necesario un cambio de modelo –sostiene Alfageme–, porque no olvidemos que el futuro de estos chicos es el de nuestra sociedad». 


CAMBIAR LAS REGLAS DEL JUEGO
Por Nuria Vallés Peris
 
Las nuevas tecnologías y las redes sociales son un nuevo escenario de situaciones de violencia entre los y las jóvenes. ¿Qué esperábamos, si no? Vivimos en una sociedad sexista. Una sociedad que prefiere deleitarse con discursos alarmistas y en señalar víctimas y verdugos en lugar de cambiar las reglas del juego.
 
La división entre sexos es uno de los fundamentos de organización y construcción social y, consecuentemente, también un eje primordial para entender las relaciones de poder. Desde antes de nacer nuestro sexo (macho / hembra) condiciona cómo los demás se relacionan con nosotros, qué expectativas nos proyectan, qué compor tamientos nos atribuyen... Así van pasando los días y nuestros bebés se convierten en adolescentes completamente sexuados, llenos de hormonas pero también de estereotipos. ¿Y con qué nos encontramos en la adolescencia?
 
Pues nos encontramos con unas personitas llenas de incertidumbres que necesitan reafirmar su identidad, haciendo de chicos bien masculinos y de chicas bien femeninas (con algunas excepciones, por suerte), reproduciendo, incluso caricaturizando, todo lo que les hemos enseñado hasta la saciedad desde que nacieron. Debemos continuar trabajando en los mecanismos para detectar, intervenir y resolver las situaciones de violencia entre los y las jóvenes, sobre esto no hay discusión. Pero no nos confundamos.
 
Internet, los teléfonos móviles, los chats y las redes sociales conforman nuevos espacios de comunicación y han generado nuevas formas de relación, pero son el continente, no el contenido. La educación en el uso responsable y adecuado de internet, los teléfonos móviles, etcétera es un reto y una responsabilidad que no podemos eludir. Pero esta no es la única cuestión. Vivimos en una sociedad sexista donde existe la violencia, con o sin nuevas tecnologías. Tenemos que coger el toro por los cuernos y decir las cosas por su nombre. Las campañas de prevención tipo tolerancia cero o dispositivos de información y asesoramiento para detectar futuribles casos de violencia de género no han funcionado. Se han hecho muchas campañas, con muchos recursos y muy buena voluntad, pero la violencia de género no ha desaparecido.
 
Quizá podríamos empezar a pensar en cambiar las reglas del juego, en cuestionarnos de verdad la construcción de los estereotipos asociados a los sexos. Las mujeres son empáticas, cariñosas, con una gran capacidad para el lenguaje y la comunicación y los hombres son activos, fuertes, valientes, van al grano y no pierden el tiempo en conflictos emocionales ni sensibilidad. Mentira. Construimos las niñas en mujeres femeninas y los niños en hombres masculinos y todos son víctimas. Los encorsetamos en relaciones desiguales en que unos tienen que hacer de poderosos, listos y fuertes y las otras, de dulces, bonitas y espabiladas, y esto es doloroso para ambas partes. Esto es el sexismo, y este es el germen de la violencia entre los sexos.

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