"La vida es demasiado corta para beber mal vino". Este es el lema de las Bodegas Elías Mora, una pequeña empresa cuyos viñedos se encuentran situados entre los ríos Duero y Hornija, en tierras de Castilla.
Pero la gran particularidad de esta firma, que decidió apostar por el vino D.O. de Toro cuando los demás optaron por subirse al seguro carro de los Ribera del Duero y Rueda que estaban emergiendo, es que está integrada en su totalidad por mujeres.
Su ideóloga es Victoria Benavides, quien asegura que sus caldos tienen un sello marcadamente femenino porque los hacen "como el ama de casa que cocina rico para que sus niños estén alimentados, sin la necesidad de quedar por encima de nadie".
Y es justamente esa humildad la que la ayudó a darle nombre a su bodega. En aquel lejano 2000, cuando empezó lo que hoy es una empresa que exporta al extranjero el 60% de su producción -Estados Unidos, Canadá, Brasil, China, Filipinas- "era complicado conseguir uva y Elías Mora fue el primer viticultor que nos vendió la vendió. Al año siguiente compramos su viña. Por eso decidimos ponerle su nombre".
Jamás pensó en darse bombo y platillo y ponerle su propio nombre por una sencilla razón: "he tenido la suerte de crear una bodega, pero espero que aguante más tiempo que yo. No quiero que sea algo tan personal y efímero, y sí más una tradición. Que la bodega esté por encima del dueño". Y eso habla mucho de Victoria.
Ella, que estudió Agrónomos, decidió hacer un curso de cata de una semana y sintió "un flechazo" que corroboró que lo suyo por el vino era "pasión" y que esto era a lo que realmente quería dedicarse. Así que dejó su puesto de funcionaria en el servicio de calidad alimentaria de la Junta de Castilla y León para emprender esta aventura.
Benavides es una de las pocas mujeres de España emprendedora en este mundillo. "Ha sido más frecuente la herencia, hijas de bodegueros que se dedican a ello o gente que por familia han heredado el negocio, pero emprendedoras de cero en femenino, pocas", reconoce.
La enología en femenino
Cuando ella empezó no eran muchas la mujeres que se dedicaban a la enología. Pero estaba Vanesa Pérez, la responsable de la cata y del control de depósitos, viñas, embotellado y producción de Elías Mora.
Lo suyo con el vino, como en el caso de Victoria, también fue un amor a primera vista. "Me apunté a un curso de cata, un monográfico de tempranillos, y a raíz de eso me dije: 'voy a estudiar vinos, que es algo que me encanta", recuerda.
Cuando llegó a él "era un mundo de hombres, pero ahora cada vez más estamos saliendo al mercado laboral más chicas enólogas", añade. Aún hoy queda algún "rescoldo y la gente te mira un poco como un bicho raro, pero yo llevo aquí en la zona cinco años y la verdad es que sí que se ha ido incrementando el número de enólogas. No muchísimo, pero sí poco a poco estamos entrando en este terreno y se está viendo reflejado que en el mundo del vino también hay sitio para las chicas".
Un grupo de amigas
Junto a Victoria y Vanesa trabajan Catalina Madra y Miriam Varela. Esta última, encargada de que todos los pedidos estén a primera hora de la mañana listos para salir a su destino y de que cuadren las cuentas a final de mes, resalta el valor del trabajo en equipo. "Hay muy buen rollo, y como es una empresa pequeñita y somos todo mujeres, nos apoyamos mucho", asegura.
Catalina nos desvela la clave del éxito: "La calidad de los vinos y el trato personal a los clientes desde los grandes importadores hasta la persona particular que entra por la puerta de la bodega que está muy bien atendida. Y eso es lo más importante".
Es justamente ese trato cercano el que les ha servido para paliar los efectos del gran monstruo de nuestros días: la recesión económica. Lo han notado, sobre todo "en el territorio nacional, pero tampoco demasiado".
Buenas mujeres y buen vino
Benavides y sus chicas, 'Los ángeles de Victoria', no son las únicas que luchan por impregnar de intuición y buen hacer femenino el mundo de la viticultura. En 2007 se creó la Asociación de Mujeres Amigas del Vino en España (AMAVI).
Este organismo tiene como objetivo conseguir que la mujer no quede apartada del mundo del vino y que pueda opinar, al mismo nivel que sus homólogos masculinos, por ejemplo, en una comida de trabajo.
Además, en Madrid, desde hace cinco años, se celebran los Premios Vino y Mujer, donde se han dado cita 150 vinos de 41 denominaciones diferentes venidos de cinco países europeos distintos.
Seguro que, con este panorama, Manolo Escobar, que cantaba aquello de "me gustan las mujeres, me gusta el vino", está cada día más encantado. Dos en uno, Manolo.